El encuentro con la violencia, sea ésta física, psicológica, económica o sexual es siempre destructivo.
Las sobrevivientes de violencia física o sexual han debido atravesar una de las pruebas más duras e intensas a la cual se puede exponer una persona.
No obstante, tener la experiencia de ser juzgadas, desacreditadas, evaluadas y cuestionadas, puede ser aquello que causa la herida más profunda y dolorosa.
Tener una experiencia de violencia es sin duda difícil de explicar o entender, pero no ser creída o incluso en casos culpabilizada por la experiencia por parte de quienes consideramos cercanos es por lo que he visto puede llegar a ser uno de los golpes más duros.
Me alegro muchísimo que hoy la justicia esté dando un ejemplo claro y directo con el caso de Martin Pradenas y la justicia para Antonia.
Quien se expone a denunciar una experiencia así de dolorosa merece como mínimo respeto, acogida y tener el derecho a justicia.
El silencio solo es cómplice.
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